Descripción
Todos zarpamos
en la nave de un desconocido.
Llevamos con nosotros el eco del horizonte
y sin grandes dudas acatamos
nuestra secreta voz interna.
Llamadme Ismael, por si acaso,
si algún día me arrastran las aguas
que alguien recuerde mi nombre.
Una y otra vez en la propia singladura
buscamos bañarnos dos veces
en las mismas aguas del río,
sin saber si nuestro cuerpo desahuciado
tendrá acaso tiempo para ello
y que acabaremos en los brazos del Leviatán.
No hay salida,
de los ojos de la muerte emana una blancura vana
cuando vienen a buscarte.
La única salida, sin embargo,
caer en la locura.
Fragmento de «La balada de Ismael», de Pello Otxoteko
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