Descripción
No en lo que alienta fluye
la médula que salva
del cero a lo creado.
A pesar de su estirpe,
del príncipe no quedan
ni cenizas ni el nombre.
De ti, que acompañaste
su tránsito al estiércol,
sobreviven la forma
y el fulgor. Y del llanto
no la fuente salobre
ni el rumor, ni los cauces,
sino ese duplicado
monumento a la lágrima.
«Ante una máscara funeraria de oro»,
Manuel González Sosa
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