Descripción
Cuando historiadores publican una obra, tendemos a imaginarla como resultado de operaciones analíticas que incluyen la lectura de bibliografía, la puesta a prueba de avances parciales en congresos de expertos y laboriosos procesos de escritura y reescritura. Pero también podemos preguntarnos por una zona de su oficio que el libro terminado no deja a la vista: los meses (o años) pasados en bibliotecas y hemerotecas buscando materiales en variable estado de conservación con los lenguajes del pasado. Este libro confirma que esa faceta más primaria, azarosa y “sucia” del trabajo del investigador se juega en el contacto físico y virtual con libros, revistas, diarios y formularios de otras épocas.
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